Dentro de la serie de temas en los que este gobierno es cada vez más deudor de la sociedad -educación, seguridad, previsibilidad de las políticas públicas, marco económico estable, etc.- hay uno también relevante en el que no necesariamente cargue con todas las culpas, que es nuestra inserción comercial externa. A ella me voy a referir haciendo foco en la lechería, a partir del atinado reclamo en este sentido de sus dirigentes.
CAMBIOS. El telón de fondo para el análisis que propongo es el de una lechería que hace años se destacaba por su competitividad asociada al bajo valor de la materia prima, soportado por los productores por sus también bajos costos de producción. Hoy el tema es totalmente diferente. Los productores lecheros reciben por su leche lo que sus colegas de todo el mundo, por ejemplo hoy más que Estados Unidos o Brasil, y ello se sostiene en una lechería ahora más costosa, vendiendo a mercados que pagan buenos valores, pero por productos como los que hemos vendido toda la vida, es decir de bajo valor agregado: leche en polvo, algunos quesos, etc. China sostiene el precio internacional y con él, aunque allí no exportamos nada, una lechería más cara, cada vez con menos pasto y más grano, porque este país sigue cinchando del mundo, también pagando valores compensatorios e históricos por lácteos de poco valor agregado. Esto quiere decir que si por alguna razón que hoy no se ve trastabillara China, sería difícil volver a producir leche barata con la que elaboramos tradicionalmente productos baratos y hoy, quizás circunstancialmente, caros. Esto sería un gran lío porque de no pagarse por la leche al productor los precios de hoy, el récord de 45 centavos de dólar, si este valor tuviera que bajar, el aliciente a pasarse a la agricultura que hoy este valor detiene, se produciría de todas maneras, a menos que también cayeran los granos. Quiere decir que el equilibrio actual, con leche al productor cara, que compite bien por la tierra con la agricultura, se basa en una producción industrial de productos de escaso valor agregado hoy caros, pero por la demanda ojalá duradera de los chinos. Por esto, por cualquier posibilidad de que la economía china pestañee, o que los chinos tomen un litro menos de leche, la inserción externa es clave y el país no ha avanzado nada en ello.
EL TREN. El gobierno dejó pasar el tren que hubiera inducido indirectamente mejores condiciones de inversión, de precios, y probablemente de acceso a otros mercados. La ideología lo mató y no tenemos Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, hoy un país importante en el comercio de lácteos, para el mundo y para nosotros. La verdad cruda es que desde la firma del acuerdo con México hace bastantes años, el país no ha avanzado nada en esa materia. No lo ha hecho a nivel bilateral ni tampoco multilateral. En este último caso nos duele el fracaso del cierre de la última ronda de la Organización Mundial del Comercio, que contribuya a una visión del comercio mundial agrícola prácticamente sin reglas, olvidado por los precios del momento. Pero a poco que estos cambien se echará de menos un compromiso de eliminación total de subsidios a la exportación como ya había acuerdo en ponerlo en práctica, y otras mejoras; el ciclo político dominante, caracterizado por un cierto retorno al proteccionismo es la explicación.
El Mercosur ya es una piedra de molino en el pescuezo, a estas alturas con poco sentido comercial y muy dura para la lechería. En su época de oro, se nos presentaba Brasil como un destino comercial óptimo para radicar inversiones aquí para exportar a ese país deficitario en esa producción. Pero nuestro vecino del norte continuó con su política de autoabastecimiento incompatible con las exigencias de la unión aduanera, no eliminó barreras que hasta hoy pone y saca, y pretendió aislarnos del mundo para promover su ineficiente producción a través de un arancel externo de más de 30 puntos para la leche en polvo. En definitiva, nunca estuvo comprometido con la idea de libre circulación y regionalismo abierto. A esto hay que sumar las características del ciclo político de ese país y de la Argentina, que determinan particularmente para este último desde Kirchner, un abandono de las ideas de libre comercio para pasar a otras vinculadas al comercio administrado, la reindustrialización en base a protección y policía de precios, etc. Con socios así es claro que no hay chance por ahora de pensar en libre circulación y mucho menos en crecimientos con esa orientación.
Y si además de esta realidad regional se mira el ranking de nuestros países de destino en la lechería, se encuentran razones para intentar otros acuerdos de libre comercio, aunque supongan alguna tensión con el Mercosur. En el año 2010 el orden en dólares fue: Venezuela primero, seguido de Brasil, México, Cuba y Argelia. La verdad que la sola mención de estos países y sus características comerciales o políticas, debería estimular un gran esfuerzo negociador para alcanzar otros acuerdos, al menos para obtener condiciones de acceso en los que nuestros competidores nos ganan. El gerente de Conaprole citó como ejemplo el caso de Corea del Sur donde Uruguay ingresa con un arancel del 33% para la muzzarella contra el 10% que pagan Australia y Nueva Zelandia. Y China, donde hoy la tonelada de leche en polvo de Uruguay resulta US$ 200 más cara que la de sus principales competidores, como consecuencia de acuerdos comerciales de los que aquellos países disponen. Incluso sugirió negociar con Malasia y Filipinas, países en los que encuentran oportunidades.
ACTITUD. Más allá de los países, el tema es la actitud de nuestro gobierno y en especial su compromiso con el libre comercio, sin el cual es difícil crecer en esta dirección. Y es absolutamente imposible si se va a las negociaciones con el espíritu de vender, pero admitiendo que nos vendan solo lo que no producimos, lo que es absurdo. El espíritu con el que se va a los acuerdos de libre comercio es el de competir con aranceles nulos o muy bajos, aún en cupos y con excepciones, pero competir. Y aquí es donde me vienen las dudas porque esta administración, al menos en muchas de sus áreas de gobierno, no cree en el comercio libre, defiende cada vez un mayor número de sectores mal llamados sensibles, y así se parece de a poco -todavía lejos- a la Argentina. Ojalá mirara más a Chile, con tratados de libre comercio con tantos países que son en la práctica el mundo entero; y que le permite no molestarse, al contrario, con el fracaso de la ronda de Doha, que le haría compartir beneficios de acceso conseguidos bilateralmente, con el mundo.
JULIO PREVE FOLLE