1. Es beneficiosa para la piel. Aunque tiene ciertas propiedades protectoras, y se emplea a menudo en cosmética, consumirla con frecuencia no consigue un efecto visible ni importante sobre la dermis.
2. Hace daño después de la lactancia. Los defensores de esta teoría argumentan que ningún mamífero toma leche después del destete y que el aparato digestivo del bebe puede digerir la leche materna solo durante la lactancia, ya que después desaparecen las enzimas que la metabolizan. Lo cierto es que esas enzimas se pierden al dejar de tomar leche regularmente. Por eso, en los países nórdicos es raro ver intolerancias a la lacto sa, mientras que en África se da el fenómeno inverso.
3. La grasa de la leche es mala. Tampoco es del todo cierto porque 30% de esa grasa puede ayudar al sistema cardiovascular. Aunque es de buena calidad, también puede aporta calorías, y contribuir con la ganancia de peso. Lo mejor es consumir leches descremadas o con cero porcentaje de grasas.
4. No hay que tomarla con avena. Algunas combinaciones, como té con leche, no son convenientes porque bloquean la absorción de los nutrientes de la leche. En el caso de la avena, lo recomendable es añadirle leche cuando ya está lista y no durante la cocción.
5. Cae mal si se mezcla con frutas o cítricos. En realidad, no existe ningún estudio serio que haya encontrado una sola razón para no hacer esta combinación. Cuestión de gustos.